La nueva movida salsera



Algo está pasando en la escena rumbera de Cali: 20 agrupaciones nuevas luchan por rescatar la letra y los sonidos tradicionales del género y vencer la indiferencia de la radio comercial.

Por Lucy Lorena Libreros
Periodista de GACETA

Publicado agosto 30 / 2009



Los sonidos de la trompeta se escuchan apretados, incómodos. Fredy Miranda se esfuerza porque no lo parezca: sus mejillas se dilatan y, tras una explosión de aire contenido, consigue que el aparato suelte una descarga que invita al desorden. Se agitan el timbal y el saxofón. Sólo entonces suena una salsa de letras desconocidas. Son las dos de la tarde de un domingo de julio abrasante y a esa hora nadie sospecha que en un taller de carpas del barrio San Nicolás, junto a un motel, once muchachos juran estar parados sobre un escenario recompensado con aplausos.
La cita es de cada ocho días. De cada domingo, llueva, truene o relampaguee. La cita es con La Clandestina, una orquesta que nació dos años atrás gracias al empeño necio de David Gallego, estudiante de comunicación social de la Universidad del Valle, que un día, a sus 19 años, vio cómo el último dormitorio de su casa en Guayaquil se convertía en punto de partida para rescatar de las nostalgias de los melómanos de antaño los sonidos de la salsa de barrio, "de la que es".
No ha cambiado mucho el panorama desde aquellos días de complicidad febril en ese cuarto estrecho. En el taller de carpas donde la trompeta impone el desorden, ubicado sobre la Carrera 8, la luz escasea y el calor se hace invitar sin tarjetas ni regalos.
El lugar es tan clandestino como el nombre de esta agrupación no compuesta propiamente por músicos: uno de los cantantes trabaja de motorista, mientras el otro se gana la vida en la bodega de una clínica. El percusionista estudia psicología, el bajista tiene alma de rockero, el timbalero es operario de una fábrica y el trompetista hace las veces de todero en una empresa. Sólo el saxofonista, Carlos Rodríguez, estudia música en el Instituto Popular de Cultura, IPC.
¿Qué tiene a un grupo tan ecléctico haciendo salsa? La respuesta recae en los labios de David, su creador y el menor del grupo: "Nos ‘mamamos’ de la salsa romanticona. Todos habíamos crecido en barrios donde escuchás en las esquinas a los Hermanos Lebrón, a la Fania, no lo que ponen ahora en la radio, canciones con letras ajenas a la gente, a lo que viven".
No bastó la queja. Se organizaron como grupo y hoy enarbolan la bandera de recobrar el golpe de los años 60 y 70. No son los únicos en ese propósito: "Lo que estamos presenciando es una renovación de los salseros, pelados entre los 18 y 25 años egresados de Univalle, el IPC y Bellas Artes. Músicos que han aprendido a escuchar la salsa vieja, pero deseosos de imprimirle un sonido distinto gracias a que se han acercado a otros géneros como el jazz", dice Gary Domínguez, productor de eventos y otrora dueño de ‘La taberna latina’, salsoteca emblemática de la Cali ochentera.
David lo sabe: "Muchos piensan que después de Niche y Guayacán no hay nada, pero con nuestra música les damos esperanza a los melómanos tradicionales y llegamos a los jóvenes con sonidos diferentes".
La suya es salsa arrebatada, de trombón abierto. Como cuando Willy Colón hacía tronar la murga de Panamá o cuando Tito Gómez, en complicidad de cueros con Ray Barretto, pregonaba que Pastorita quiere guararé... Por eso, uno los escucha y les da la razón de querer mirar de reojo esa salsa prefabricada, sin brillo creativo. Para hacerlo no hay que sintonizar una frecuencia radial en FM, lo usual. Salvo contados espacios radiales, las emisoras de renombre van a la fija con los artistas de siempre.
Los sonidos de La Clandestina se sienten en las salsotecas y a través de la web, en blogs especializados creados por djs tan ‘mamados’ como David y su combo de lo que ellos mismos denominan una salsa comercial con reglas sosas: las canciones no pueden pasar de los cinco minutos de duración y deben incluir un coro pegajoso que se repita en al menos tres momentos. Si no cumplen, están condenadas a ser unas parias del dial.


Camino al barrio…
En el barrio El Poblado de Aguablanca, al otro lado de ese taller de carpas caluroso, suena la música de La Clandestina y otras agrupaciones caleñas que dieron un paso al costado para hallar una salsa renovada. Así, los bailadores se acercan a los sonidos de K-libre, La Misión, Conjunto Ideal, La Clásica, Cohimbre y Toño Barrio, por mencionar algunas bandas.
Es sábado en la noche. Un enjambre de 200 caleños, entre los 18 y los 28 años, agita sus siluetas gozonas sobre la pista. Todo transcurre en el tercer piso de una casa de salón generoso donde funciona la salsoteca Nuestra Herencia, una de las más renombradas, y que acoge a bailadores de Mariano Ramos, El Diamante y Compartir.
Lo que ocurre allí es casi una copia de papel carbón de lo que sucede a su vez, quizá a la misma hora, en otros refugios de melómanos consagrados a la ‘reina rumba’: Orula, en la Avenida Sexta; Soneros, en Granada; Muralla de Bronce, en Los Cámbulos; Zaperoco, en Versalles; La Mulenze, en Torres de Maracaibo y La Ponceña, en la Carrera 44 con 15. Existen hoy más de veinte lugares como estos en la ciudad.
Mauricio Díaz habla como experto del tema. Tiene 35 años y es la voz tras los micrófonos de ‘Salsa magistral’, un espacio que emite los sábados en Javeriana Estéreo. Desde las 4:00 p.m. enciende la consola y suenan canciones "exigentes" que pueden durar hasta nueve minutos, que critican a la sociedad, que le cantan a la familia, al barrio.
"Antes de ponerlas, primero las escucho y las calibro. Uno se vuelve como un catador musical que sabe cuando un disco es de calidad o no. Después, como dj invitado a las salsotecas –en Cali se cuentan más de 60 djs reconocidos–, las coloco y mido la reacción de las personas. Y te das cuenta que hay canciones tan buenas que la gente de una salta a la pista y responde. Ese es el primer paso", explica Mauricio.
Qué curioso, advertiría cualquiera. Sólo después de que esos temas se pasean por la veintena de salsotecas que tiene Cali, de que se vuelven himnos obligados cada fin de semana y que conquistan los blogs especializados, llegan a las emisoras de la FM. Toda una paradoja: no es la radio la que señala con el dedo índice qué se debe oír, son los propios melómanos los que indican el camino.
Así lo cree el escritor y melómano Umberto Valverde, quien asegura que las salsotecas derivaron en "mercados alternativos a la radio, que sólo logran acceder a la nueva música a través de discos piratas, porque las grandes disqueras no los promocionan. Y en las salsotecas no sólo se escucha lo nuevo, hay cabida, obvio, para la salsa de la vieja guardia, porque si hay algo que reconocerles a los caleños es que son dueños de una gran memoria musical".
Las palabras le brotan con emoción a Dj Chino –caleño, 30años– cuando confirma esa batalla ganada contra la salsa comercial, jalonada de alguna forma por la creación numerosa de orquestas caleñas dedicadas a rescatar el sonido ‘heavy’ de la salsa. Se llama en realidad Felipe Valero y gracias a su experiencia como dj en Europa y EE.UU. se ha encargado de refrescar con propuestas novedosas a la salsa. No es vanidad de su parte reconocer que gracias a él muchos caleños han gozado canciones como ‘Así no’, de la Orquesta Sonolux, grupo de California que pegó en la pasada Feria de Cali. ‘Abre que voy’, de Miguel Enríquez, músico italiano –y no de Los Van Van como muchos creen– fue otra de las canciones que introdujo a través de las salsotecas. "Una noche la puse a sonar en Nuestra Herencia y la gente se volcó a la pista. Desde entonces han seguido pidiéndola".
Para seguirle el paso a Dj Chino es necesario digitar solarlatinclub.blogspot.com, rincón del ciberespacio que recibe más de 800 visitas diarias, y que seduce con canciones jamás escuchadas, pero que hacen mover los pies y agitar un lápiz acompasado sobre el escritorio. Es el refugio de su música, que recoge lo mejor de sus hallazgos en Cali y en discotecas de países tan alejados de la escena salsera como Alemania, República Checa, Austria, Suiza, Suecia, Noruega, Bélgica y Holanda.
Dj Chino habla de cambios en la forma como se escucha salsa en Cali actualmente. Habla de búsquedas, del poder de la web como una tabla salvadora para quienes quieran de verdad hacerle el quite a las trampas caprichosas de la radio. "Hoy la web es más efectiva y democrática que la radio. Si una orquesta no está en la web no está en nada, a menos que seas Gilberto Santa Rosa".


Del ‘Plástico’ al ‘Maniquí’
Cualquiera que se tope de frente con el paso apurado de José Fernando González imaginará que va camino a un parcial de universidad y no al ensayo con Toño Barrio, la orquesta a la que pertenece hace tres años, nacida en las callecitas de San Antonio. Menudo y con cara de adolescente, a sus 23 años es el director musical de un grupo que se ha paseado por Salsa al Parque, en Bogotá, que ha sido telonero del Grupo Niche, que consiguió una nominación a los Premios Shock y cuya música hizo parte de la banda sonora de la película ‘Perro come perro’.
Es un músico orgulloso. Total, con un trabajo discográfico a cuestas, el esfuerzo de Toño Barrio desde su nacimiento, tal como ha sucedido con las demás agrupaciones salseras nacidas en Cali en los últimos cinco años, ha sido recuperar el golpe salsero de hace 40 años, pero con arreglos musicales modernos y con letras que, al igual que en esa época, pretendían convertirse en una especie de ‘Pepe grillo’ para la sociedad. En la voz de su conciencia.
Y entonces canta ‘Maniquí’ y salen estrofas que critican la belleza artificial, aquellas mujeres que no son hechas en la cama sino en el quirófano. Y entonces, inevitablemente, uno se acuerda de ‘Plástico’, cuando Rubén Blades les cantaba a los latinos que había en ciudades "donde en vez de un sol amanece un dólar".
Quizá ese resurgimiento de letras profundas en la salsa, lejos de los estribillos romanticones, es lo que mantiene optimista a Yuri Buenaventura sobre el futuro del género en Cali. "El bailador merece no sólo una salsa bien ejecutada, sino con verdaderas temáticas sociales. A los salseros siempre debe unirnos un sentimiento de reflexión. Todo el tiempo estamos llamados a preguntarnos sobre la condición social del latinomericano", se le escucha decir al músico porteño, al otro lado de la línea, mientras hace una pausa en una de sus giras por Europa.
A Umberto Valverde no le sorprende el resurgimiento de ese fenómeno en las letras. Más allá de la sonoridad, dice que la preocupación hacia los temas sociales obedece a que esta nueva generación de salseros que camina por la ciudad guarda una diferencia sustancial con quienes interpretaron el género décadas atrás: la preparación académica.
"Se dieron cuenta de que el mundo ya no los necesitaba empíricos y ya ellos se preparan, incluso, en carreras diferentes a la música, como antropología y sociología; entonces, si además de talento, promueves ideas y análisis puedes aportarle mucho a la música. Eso, sin contar con el excelente nivel técnico que tiene la gran mayoría de esos muchachos que hacen parte de las nuevas orquestas y muchos de los cuales no sobrepasan los 25 años. Están formados en Univalle, el IPC y Bellas Artes, así que logran una sonoridad de altísima calidad", asegura el escritor.
Ese paso por la academia ha determinado también, según Valverde, que los de ahora sean músicos ajenos a la vida bohemia y de excesos de sus predecesores, "después de tocar se van a sus casas. Tienen una vida social más ordenada y disciplinada".
Que sea más zanahoria, no le quita lo sonora, cree David cuando piensa en eso. Tal vez porque él sigue concentrado en su música de trombón abierto, ese que pone el desorden y agita los timbales.

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