Nocaut de película



La historia de Pambelé llegará al cine en 2010, de la mano de ‘El oro y la oscuridad’, libro del barranquillero Alberto Salcedo Ramos. Encuentro cercano de 43 minutos con un periodista que no mira a los ojos.


Por Lucy Lorena Libreros
Publicado en la revista Gaceta
Mayo 31 de 2009

La primera historia que Alberto Salcedo Ramos encontró en la vida no consiguió convertirse en crónica, ni la magia de llenar hojas en blanco. Tropezó con ella a los 10 años, siendo un "niño fisgón" y de mentiras traviesas, que pasaba sus días en Arenal, pueblo de Bolívar donde los pelados se vuelcan a la calle, después de aguaceros de miedo, para correr felices tras una pelota de fútbol, animados con vallenatos de los hermanos Zuleta.
Y había que ser travieso para inventar las cartas de amor cursis que terminaban en el mesón de Magoline, una madre soltera, con cinco hijos a cuestas, que tenía la expresión triste de una belleza de tiempos pasados; era la encargada de los oficios de la finca de los abuelos de Alberto y las misivas que leía con emoción brotaban, en apariencia, del alma enamorada de ‘El caracol’, negro feo, desdentado, "y con piernas en forma de paréntesis", que prometía para ella amores perpetuos y para sus retoños la seguridad del padre abnegado que les había faltado siempre.
Pero ‘El caracol’ estaba lejos de ser el autor de aquellas esquelas desesperadas. No porque negara aspirar al amor de la viuda. La razón era más elemental, pero no menos bella: no sabía leer ni escribir. Y nunca descubrió que aquellas palabras querendonas saltaron, en realidad, de la imaginación del hijo del patrón. Quizá pensó que la mujer que lo había ignorado siempre, de repente había sentido la necesidad de no pasar con el corazón desierto el resto de la vida.
"No sé por qué diablos a mí se me ocurrió que ellos dos podían hacer una pareja bonita, pero aún hoy siguen juntos, el tiempo me concedió la razón. Yo inventé su amor en mi cabeza, pero ellos lo materializaron. Fue una lección tremenda de todo lo que logras hacer a través de las palabras".
Y lo que ha logrado este barranquillero de 46 años se lee como reseña obligada en casi todas las antologías de periodismo que se exhiben en las librerías de América Latina: cronista de las revistas SoHo y El Malpensante, Alberto es autor de ‘Diez juglares en su patio’, ‘Los golpes de la esperanza’ y ‘De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas’.
Además conquistó, en tres oportunidades, el premio de periodismo Simón Bolívar, el Rey de España y el de Mejor Libro de Periodismo del Año, otorgado por la Cámara Colombiana del Libro. En 2004, fue también finalista del Premio Nuevo Periodismo Fnpi-Cemex, por su crónica ‘El testamento del viejo Mile’, documento de consulta y devoción en las facultades de periodismo del país.
No son laureles que saque a relucir mientras se toma el café clarito y escaso en azúcar que le acaban de traer a la mesa en el restaurante ‘El camino del Café’, del barrio Usaquén, en Bogotá.
Cuesta trabajo que mire a los ojos mientras responde preguntas. Antes de hacerlo, las escucha con atención, regala un silencio de segundos y mide cada frase a pronunciar, como, si en vez de una entrevista, tratara de construir alguna de sus crónicas.
La excusa de este Encuentro Cercano es que otra de sus obras, ‘El oro y la oscuridad’, un perfil sobre Antonio Cervantes, ‘Pambelé’, será llevado al cine, de la mano del director Andrés Cortés —que ha trabajado con Cameron Díaz y John Leguízamo—, y del guionista caleño Juan Rendón, el mismo de ‘Paraíso travel’.
Que la historia de este hijo de San Basilio de Palenque llegara a la pantalla grande no le sorprende a Salcedo, que hace tres años recibió un e-mail, desde Nueva York, por parte de Filmatika Productions, con la invitación de que abriera las 194 páginas de su libro y les permitiera llegar al formato de los 35 milímetros con las desnudeces y grandezas que revela en torno a los 64 años del deportista.
Era apenas natural que eso sucediera, reflexiona ahora el escritor costeño, porque la vida del primer púgil que le regaló un título mundial a Colombia en la categoría walter junior y el único que hace parte del Salón de la Fama del Boxeo, "reúne todo para ser cinematográfica".
Tiene razón: Antonio Cervantes había quedado rezagado a los escándalos de prensa originados en sus desvaríos de drogas, mujeres, alcohol y de peleas callejeras en las que muchos lo veían "tirando coñazos sin razón".
Y así fue hasta que Salcedo rescató su historia para contarles a las nuevas generaciones que no es una novedad ver cómo ‘efigies’ alumbradas por el faro de la gloria no pueden cargar a veces con el peso de su propia fama y terminan de forma estrepitosa convertidos, de un momento a otro, en ídolos de barro que ya nadie voltea a mirar.
"Pambelé es un personaje que sabe lo que es el esplendor y el brillo, pero también la penumbra", asegura el periodista, que confeccionó este reportaje durante dos años, después de entrevistar a medio centenar de familiares, entrenadores y amigos del boxeador.
Una historia que también le pertenecía, tal como la de Magoline y sus amores tardíos con ‘El caracol’. "Muchos cronistas creemos que existen relatos que están hechos para uno y eso me sucedió con Pambelé. Desde niño crecí viéndolo pelear, emocionándome con sus ganchos, con sus puños de martillo".
Cuando Pambelé se coronó ‘rey’ mundial de las narices chatas, el 28 de octubre de 1972, frente a Alfonso ‘Peppermint' Frazer, en Panamá, Alberto Salcedo tenía apenas 9 años. "Desde entonces, se convirtió en mi héroe, en uno de carne y hueso. Era un ídolo real".
El café sobre la mesa se va mermando con sorbos cortos. Alberto sigue sin mirar a los ojos. Y sigue hablando con vocablos calculados. Palabras que ahora se detienen en el boxeo, que más que un deporte "es una cantera de historias" que aún no terminan de ser narradas.
Si naces en el hogar de un magnate, dice, lo más lógico es que te conviertas también en magnate; "pero si naces en el barrio Nelson Mandela de Cartagena, en un cuarto donde duermen once hermanos, en una casa donde de pronto desayunas hoy, pero no sabes cuándo volverás a probar un bocado, entiendes que lo único que puede ayudarte es el extremo de tu propio brazo: el puño es un talismán, la mano no te sirve para crear, sino para pelear por tu propia vida", sostiene el periodista.
Y las manos de Alberto Salcedo quisieran entrometerse en ese guión que comenzará a filmarse en febrero del próximo año, que hoy "se encuentra en estado embrionario", apenas en proceso de escaletas y preproducción. Ya Pambelé recibió una platica, cuenta el periodista, aunque sabe bien que al púgil no le interesa el contenido del filme, "con que hablen de él es suficiente, sobre todo si es para decir que alguna vez fue campeón mundial".
Le asusta que le digan que un libro suyo será llevado al cine, "pues de alguna forma lo que escribes se convierte en una niña mimada a la que no quieres que nada le pase", dice Salcedo, con tono ceremonioso, como si estuviera en una de esas clases que dicta en la Universidad Javeriana o en la de Los Andes desde hace cerca de tres lustros.
El café sobre la mesa ya por fin acabó y la mirada de Salcedo sigue evasiva. No pasa lo mismo con sus anécdotas que merecen llegar a la hoja en blanco. Porque siendo niño también inventó cartas de amor dirigidas a él mismo, en las que una María le declaraba amores generosos. Era un recurso para evadir la timidez que su familia le cuestionaba. Una forma de acercarse a la literatura que acaricia hoy. Es, también, la explicación de por qué sus ojos negros prefieren mirar a ningún lado mientras responde cómo encontrar oro y oscuridad en ídolos de barro bien cocido.

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