No le gusta que le digan maestro, pero a Cali —invitado por el
periódico La Palabra de la Universidad del Valle— el periodista
Juan José Hoyos llegó para sentar cátedra de lo que mejor sabe
hacer: enseñar cómo contar historias.
Por
Lucy Lorena Libreros
Es
como escuchar al brujo de la tribu: te obliga a permanecer en
silencio, te obliga a rodearlo para aguardar con paciencia de
relojero cada anécdota y cada frase que se le cae de los labios
acerca del poder de las palabras, del oficio de contar historias.
Juan
José Hoyos parece, como describiría él mismo años atrás al
escritor Ernesto Sábato, un abuelo bueno. Uno que dice haber
conocido las palabras a través de un viejo diccionario Larousse que
justamente su abuelo, un maestro de escuela, solía llevar consigo
desde los años 20. Un libro de lomo descascarado y cubierta
maltrecha por todas las lluvias y soles antioqueños que lo azotaron
antes de terminar abierto sobre el pupitre de algún alumno curioso
en las montañas del oriente de ese departamento.
Llegó
a conocer la fuerza arrasadora de las historias bien contadas por una
vía parecida: de niño contó con la suerte de tener como maestro a
un antiguo arriero paisa, a quien Juan José y sus compañeros
obligaban a dejar de lado las clases de matemáticas y geografía,
entusiasmados ante la idea de que el tipo desenfundara frente a ellos
un nuevo relato sobre sus andanzas a lomo de mula persiguiendo oro.
Desde
entonces, durante su vida como escritor, docente universitario y
periodista, no ha cesado de buscar aquél diccionario, que nadie en
casa supo a qué rincón fue a parar, y mejor que eso, a hurgar en
ese poder secreto de la palabra escrita.
De
eso, que es en últimas la mejor definición del periodismo
narrativo, vino a hablar a Cali, invitado por el periódico La
Palabra de la Universidad del Valle. De eso conversó con GACETA, que
tradujo sus lecciones en un decálogo o en diez leyes sagradas sobre
el oficio de narrar historias.
1.
Sabrás escuchar.
Las
historias siempre estarán a la espera de que alguien las cuente. Un
buen periodista no debe cargar consigo solo una grabadora y una
libreta de apuntes, debe cargar los ojos del alma (que son los que
mejor ven), un par de orejas bien ‘afiladas’ y un corazón
desprovisto de prejuicios, porque el periodista debe entender que los
otros tienen valores y creencias distintas a las propias. El profesor
que más recuerdo de mi formación periodística fue el que me enseñó
a escuchar, él me decía que sólo de esta manera podía entender
esa historia que alguien narraba para mí.
2.
Saldrás del escritorio.
Las
historias no llegarán hasta el escritorio de la sala de redacción.
Hay que enfrentarse a la realidad, caminarla, olerla. Pero no de
cualquier forma, a la realidad debes llegar con el corazón abierto,
como decía John Reed. Sólo cuando sales, percibes el ambiente. Y
esa es una de las diferencias entre el periodismo informativo y el
narrativo. Ahora, lo que te indica la existencia de una historia es
la existencia misma de un personaje. Porque, ¿qué son las
historias? Pues las cosas que le suceden a la gente.
3.
No correrás.
Reportear
una buena historia demanda tiempo. Germán Castro Caycedo lo define
mejor: es necesario ‘pacienciar’ que ese es uno de los verbos que
más se deben conjugar en el periodismo narrativo. Una vez
encuentres una historia es necesario compartir con el personaje el
mayor tiempo posible, compartir un amanecer y un anochecer con él.
Si uno va a la carrera no será posible entender las atmósferas en
las que ese personaje se mueve, qué lo afecta, qué lo irrita, qué
lo hace feliz. Cuando participas en muchos de los momentos de la vida
de ese personaje puedes hallar escenas y diálogos que luego nutrirán
tu narración.
4.
Te dejarás sorprender.
No
es posible encarar la realidad con una historia prefabricada. A
menudo lo que te sorprenda a tí como reportero es lo que terminará
por sorprender al lector. ¿Que si es válida la grabadora? El
periodismo narrativo no es una fórmula exacta. Si logras que tanto
como el personaje como tú olviden que ese aparato existe, pues
bienvenida.
Yo
soy más amigo de la libreta de apuntes, que te da espacio de sobra
para reseñar detalles y ambientes, el color del cielo ese día, la
ropa que el personaje llevaba puesta.
Un
consejo: una de las habilidades que más te exige desarrollar el
periodismo narrativo es la memoria. Fíjate en Truman Capote:
escribió un perfil extraordinario sobre Marlon Brando, mientras
rodaba la película ‘Sayonara’; lo hizo sin grabarlo, su único
insumo fue el poder tremendo de la observación y, claro, de la
memoria. Él decía que un periodista que no es capaz de preservar al
menos una hora de diálogo con su entrevistado debe dedicarse a otra
cosa.
En
mi caso, el relato que escribí sobre el fin de semana con Pablo
Escobar sólo vio en la luz, en la revista El Malpensante, 15 años
después de haber estado con él en la Hacienda Nápoles. Me salvaron
mis apuntes y una buena dosis de memoria.
5.
No inventarás.
Suena
obvio, pero es la columna vertebral de quienes nos dedicamos a este
oficio. Piensa que no es posible describir un crepúsculo donde
existe un amanecer oscuro, sólo para que el relato se vea más
bello. El periodismo es precisión. En eso consiste su complejidad,
también su belleza.
Esa
es una de las ventajas extraordinarias con las cuales se defiende por
sí el periodismo narrativo: si la historia, además de tener datos
precisos, está bellamente contada ¿qué puede suceder? Pues que las
puedes leer hoy o dentro de 50 años y surtirá el mismo efecto.
Hagamos un trato: lee, por ejemplo, ‘El perdedor’, el perfil que
escribió Gay Talase sobre Floyd Patterson, el boxeador. Sí, me
dirás que él murió ya, que estas generaciones poco lo recuerdan,
pero cuando lo leas quedarás con la sensación de que darías lo que
fuera por haberlo visto en combate alguna vez.
6.
No vetarás temas.
No
hay áreas vedadas en el periodismo narrativo. Juan Gossaín nos da
una lección tremenda en ese sentido: siendo reportero de El
Espectador tuvo que cubrir una sesión ordinaria en el Congreso. Su
editor esperaba un texto amparado en los cánones del periodismo
informativo, ese que yo llamo periodismo del “dijo”, del
“aseguró”. ¿Qué hizo Gossaín? Pues un relato de la forma en
que los ‘padres de la patria’ dormían mientras se discutían los
grandes temas del país. Hasta él mismo se durmió y eso lo contó
en una crónica que mereció primera página.
7.
Le darás orden a tu historia.
Tan
importante es una buena reportería como poner en orden todo lo que
hallaste antes de sentarte a escribir. Siento que a menudo esto es lo
más complejo del oficio del reportero, porque al comienzo uno siente
que todo lo hallado, que cada frase del entrevistado es importante.
Lo aconsejable es hacer un guión.
Yo
lo comparo con el acto de elevar una cometa: al comienzo vas
desenrrollando la piola con cuidado, pues no sabes qué dirección
tomará el viento, pero una vez que la cometa comienza a ‘jalar’
(quiero decir, una vez que has hallado hacia dónde puede caminar tu
historia) ya sabes que puedes soltarla del todo sin miedo a que se
enrrede. Cada historia tiene su propia medida: no porque escribas
más, escribirás mejor o serás más leído. Si la historia te da
para dos cuartillas, es porque así debe hacer. Si es para diez es
porque la historia está confeccionada a la medida de esas diez
páginas.
8.
Encontrarás el tono.
Cada
historia tiene su propia voz, su propia extensión. El tono es la
distancia emocional que establezco frente a mi personaje, frente a mi
historia. Si estamos, por ejemplo, frente al caso del único
sobreviviente de un accidente aéreo pues el tono indicado es el de
la primera persona. Muchos editores y reporteros suelen tenerle miedo
a ese estilo y se van a puerto seguro, a la tercera persona.
Para
mí, la primera persona es el tono más literario de todos, es una
forma de narrar que acerca muchísimo al lector y le aporta al relato
mayor verosimilitud.
Ahora,
te doy un consejo: no caigas en el error de narrar en primera persona
sólo para satisfacer el apetito de tu ego como periodista, para
brillar, para hacerte notar. No se trata de ser un narrador
protagonista, es más complejo que eso: hay que ser un narrador
testigo.
Siempre
que hablo de esto recuerdo a John Reed, un autor que no puede dejar
de leer ningún estudiante de periodismo. Él escribió un tremendo
relato, ‘México insurgente’, narrado en primera persona. Cuando
tú lo lees descubres que haberlo escrito en tercera persona habría
sido un error imperdonable: cada página es una descripción
detallada de cómo caminaban los sujetos, qué comían, qué cantidad
de tequila ingerían, qué soñaban, por dónde se movían. Reed
durmió, comió y caminó junto a los rebeldes. Y como lector lo
sabes, no porque él lo diga de esa forma, literal: “yo dormí,
caminé y huí junto a los rebeldes”. Mejor que eso, Reed logra
hacértelo sentir.
Aquí,
un consejo de oro: nunca dejes de leer a los grandes. Sólo cuando
aprendes a leer la voz de los otros, hallarás tu propia voz. No seas
iluso, el periodismo literario no nació contigo: muchísimos
periodistas, muchísimo antes que tú, estaban haciendo periodismo
del bueno.
9.
Dedicarás el tiempo necesario para escribir.
Es
un tiempo que debe estar precedido por la disciplina y el rigor, como
en cualquier otro oficio. Sólo así es posible lograr el tono, tener
precisión en las escenas, escoger con acierto los diálogos de mi
personaje. Sé de muchos cronistas que se desconectan por completo de
la realidad para entregarse a la escritura. Sé que es difícil
cuando se está bajo la premura de los tiempos de una sala de
redacción, pero un editor inteligente sabrá entender que un texto
de calidad sólo es posible cuando el reportero ha tenido tiempo para
escribir. No en vano, Álvaro Cepeda Samudio llamaba al periodismo
narrativo literatura de urgencia.
10.
No aburrirás.
Si
pierdes al lector lo pierdes todo. De lo que se trata, cuando le
entregas a un lector tu historia, es lograr el mismo efecto de
Sherezade: mantener la tensión y su interés con eso que le estás
contando. Woody Allen suele decir que todos los estilos son válidos,
menos el aburrido.
Pero,
¿cómo lo lograrlo? Pues con literatura. Pero, que no se entienda
por literatura que tienes que inventar, no señor. Cuando hablo de
ayudarse con literatura, hablo de nutrir el relato con la riqueza de
nuestro lenguaje. No basta con decirle al lector que el personaje de
tu historia sufrió con una tragedia, debes hacérselo sentir. No
basta con que le digas que el sitio tenía un olor nauseabundo, debes
lograr, a través del lenguaje preciso, que nuestro lector también
lo huela.
Sólo
cuando te has nutrido de buena literatura podrás, por ejemplo,
construir diálogos. Porque eso es lo que te exige el periodismo
narrativo, diálogos y no citas textuales. El periodismo narrativo es
el diálogo vivo. Sólo cuando te has nutrido de buena literatura
aprenderás a narrar tu historia con los cinco sentidos.
Ah,
lo olvidaba: escribe, la gente sí lee historias. ¿Acaso no te has
preguntado porque la gente sigue con tanta devoción las telenovelas?
Pues porque le gustan las historias. Muchos editores y directores de
medios aún no se convencen del todo y hasta me miran con extrañeza
cada vez que lo digo: estoy seguro de que una buena historia vende
más que una noticia. Ya te lo dije: sólo hace falta que como
reportero aprendas a mirar la realidad con los ojos del alma. Las
historias estarán aguardando por tí donde menos las esperas y
siempre habrá un editor dispuesto a darles espacio.
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